Y los hijos de puta reaccionaron, te prohibieron,
como si eso fuera a cambiar su suerte, como un conjuro.
Te quisieron sacar tus letras, que ya no eran tuyas, que eran nuestras.
Prohibida y todo, ¡qué fuerte sonaban tus vinilos en casa, Mercedes!
Aunque había que andar con cuidado, guardarlos apartados por el miedo de los que te odiaban y escucharlos en grupo para que la espera se hiciera soportable, la mordaza se aflojara y vos por fin volvieras.
Guido Carelli Lynch
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