Resulta que un día, unas manos intrusas nos sacan de un tirón del vientre de la mujer donde estábamos tan calentitos, empezamos a respirar y buscamos una teta. Se dice que, con leves sutilezas, todos comenzamos más o menos así.
Aparecemos de repente en diversos lugares, al pie de una montaña o cerca del mar, en grandes ciudades o en villas; y se hacen cargo de nosotros gente que finge destreza en el conocimiento de las variables que atraviesan al ser humano. Esa gente se divide, generalmente, en padres y madres, y pueden presentar características muy distintas. Por ejemplo, suelen tener diferentes condiciones físicas y genéticas (blancos, mestizos o negros), o económicas (pobres, medios o ricos). También los hay inseguros e ignorantes (xenófobos, fascistas, etc.), sensibles e intuitivos (artistas, trabajadores, científicos), o ladrones (empresarios, o incluso sujetos armados o enmascarados que roban almacenes y otros comercios).
Lo cierto es que a partir a ese momento comenzamos una carrera con vallas y otros obstáculos que finaliza cuando perdemos el equilibrio, caemos y permitimos el ingreso a nuestros cuerpos a distintas especies de gusanos, generalmente pertenecientes al orden de los dípteros. Se dice que, con leves sutilezas, todos terminamos más o menos así.
Resumiendo: entre el principio y el fin, sólo existe la carrera. O más precisamente la vida. Un tiempo y un espacio donde nos alimentamos y procreamos; una tensión entre el deseo reprimido y liberado. Una obra de arte que puede emocionar a alguien o pasar inadvertida.