Fue un largo viaje, por momentos agotador. ¿Valió la pena? La respuesta la debe dar el protagonista de nuestra historia, al que llamaremos X, pero no está dispuesto a hablar. Al menos por ahora. Lo que sabemos, es que X tuvo que atravesar un sinfín de tropiezos a lo largo del camino. Hubieron bajos y altos, valles, mares, rocas, tormentas, todo lo que ustedes puedan imaginar. Por supuesto que existieron detenciones placenteras, como aquellas de la estación Alegría y la siguiente estación Felicidad. ¡Qué bien que se sentía nuestro hombre allí! No quería irse. Pero el viaje es así. Las paradas nunca son el punto de llegada. Son transitorias, efímeras a veces. Cuando ya nos estamos acostumbrando, hay que seguir andando. Y en ese andar X atravesó las estaciones Dolor, Llanto, Amargura, Tristeza. ¡Quién no ha pasado por ellas! Nadie quiere bajarse ahí, pero no hay alternativa. En ellas vio la muerte en sus dos vertientes, aquella natural, irremediable y la del costado más perverso, producto del odio entre los seres humanos. Algo que no podía soportar y por ello quería apurar su viaje. Lamentablemente algunos deben permanecer más tiempo que el debido en dichas estaciones y hacen del trayecto una pesada carga. Otros terminan lo antes posible con sus trámites y escapan, prometiendo no volver. ¡Ilusos! No saben que no van a poder hacerlo. Que la vida una y otra vez nos vuelve a esas estaciones del desagrado. Que atravesarlas es parte ineludible del viaje. Que ellas nos buscan y siempre terminan encontrándonos. Pero como la moneda, el andar nos muestra sus dos caras y es así que arriba nuestro héroe, X, a la estación Amor, a quienes todos quieren llegar, pero a veces equivocan el camino. Nuestro protagonista estuvo allí, fue, salió, volvió, una y otra vez, como no convencido de lo que encontraba. Y es en este último tramo de su aventura que X vuelve a toparse con ella. ¡Pero qué lástima, el viaje se acaba!
La estación terminal está a la vista. Ya no puede haber negativas. No se puede retroceder. Hay que bajar. El viaje terminó. Desde que emprendió el camino sabía que esto iba a pasar.
¡Justo ahora! – se dijo.