LUCIANO LERMAN era un hombre común y normal -o al menos eso creía-, al que parió Lucia, una madre normal en un parto muy normal en un hospital como todos los hospitales normales. Tomó leche de una teta normal. Tenía un padre Lisandro, ni muy estricto ni muy permisivo, normal y sus hermanos Lucas y Lina bastante normales. Fue un niño normal con infancia normal, queloscumplasfeliz normal, fiebre normal, cuidadoconlahamaca normal. De adolescente se masturbaba de manera normal, fumaba porro normal, aspiraba normal y tuvo como todos los normales a una novia normal como Laurita, que pasó por un aborto normal en un sanatorio normal. Le gustaban las milanesasconpapasfritas normales y el flancondulcedeleche normal. Al llegar a los treinta se casó con Linda, una mujer ni muy linda ni muy fea, ni muy alta ni muy baja, ni muy gorda ni muy flaca, normal , en una ceremonia nada especial, común, una cualquiera, normal, bendecida por un rabino ni reformista ni ortodoxo, ni conservador ni progresista, normal, en un templo ni antiguo ni moderno, normal. Un trabajo monótono, aburrido, normal, al que iba vestido con traje, camisa, corbata, zapatos, todos normales. Un sueldo de esos llamados normales que le permitía a LUCIANO LERMAN seguir con un una vida normal. Una casa ni muy grande ni muy chica, ni muy luminosa ni muy oscura, normal, en un barrio absolutamente normal con vecinos todos grises, normales. Sus hijos Lautaro y Lucy ni muy brillantes ni muy tontos, ni muy vagos ni muy activos, normales. Los amigos ni divertidos ni aburridos, normales. Hacía el amor con Linda como una obligación normal -en las posturas normales- de un esposo normal a su mujer normal, casi con indiferencia. Su amante Lucrecia (la esposa de Lucas), nada de bares, ni salidas, cumplía el rol de amante normal, unavezalasemana después del trabajo, con pasión normal. Visitaba a Lily, una puta ni muy puta ni muy santa, normal, que vendía sus servicios en un prostíbulo ni muy lúgubre ni muy alegre, un prostíbulo normal, a la que pagaba de manera normal por su servicio común, ordinario, de esos que Lily odiaba de tan normales que eran.
Un día LUCIANO LERMAN se cansó. Todavía resuenan en Lucía, Lisandro, Lucas, Lina, Laurita, Linda, Lautaro, Lucy, Lucrecia y Lily aquel grito de LUCIANO LERMAN:
¡VAYANSE TODOS A LA MIERDA!
No lo entendieron. ¡Cómo iban a entenderlo si sólo eran normales!.
De LUCIANO LERMAN nadie sabe el paradero.
Daniel Najnsztejn