octubre 02, 2010

LA PRIMERA NOCHE EN EL GUETO por ABRAHAM SUTZKEVER *

“la primera noche en el gueto es la primera noche en el sepulcro,
después uno se acostumbra”, así es como consuela mi vecino
a los verdes cuerpos entumecidos tendidos en el suelo.
¿Podrán naufragar barcos en tierra?
Yo siento que bajo mis pies naufragan barcos y sólo el velamen
se arrastra por encima, deshilachado y pisoteado,
sobre los verdes cuerpos entumecidos, tendidos por el suelo.
Llega hasta el cuello…
Sobre mi cabeza pende una larga canaleta
cosida con hilos estivales a una ruina. Nadie
habita sus cuartos. solo aullantes ladrillos
arrancados, con trozos de carne, de sus muros.
En otros tiempos, una lluvia solía desgranar su música en la canaleta,
leve, blanda, bendiciendo. Madres solían colocar baldes debajo
a recoger la dulce leche de las nubes
para lavar el pelo de sus hijas y que las trenzas felizmente brillen.
Ahora las madres ya no están; las hijas tampoco, ni la lluvia,
sólo ladrillos en una ruina; ladrillos aullantes
arrancados con trozos de carne de los muros.
Es noche. Un negro veneno gotea. Soy un rescoldo
traicionado por la última chispa y abismalmente apagado.
Solo la ruina es mi hermana. Y el viento húmedo
que sin aliento cayó sobre mi boca, con suave piedad
va con mi alma, que se separa del trapo de la osamenta
como se separa la mariposa del gusano. Y la canaleta
cuelga todavía sobre mi cabeza en el espacio
y fluye por ella el negro veneno, gota a gota.
Y de pronto, cada gota se vuelve un ojo. Estoy completamente
empapado de ojos luminosos. Una red de luz recogiendo luz.
Y encima de mí, la canaleta cosida a la ruina con hilos de araña,
un telescopio. Penetro a nado por su tubo y las miradas
se unen luminosas. Allí están, como ayer,
las familiares estrellas vivientes de mi ciudad.
Y entre ellas, también aquella estrella tras—sabática
a la que labios de madre elevaban una bendición: feliz semana.
Y comienzo a sentirme mejor.
No existen quien pueda enturbiarlo, destruirlo,
y yo debo vivir, porque vive la buena estrella de mi madre.

1941/1971



*Abraham Sutzkever (1913 – 2010) El último gran poeta viviente en el idioma Yidish nació en la ciudad de Smorgon, cerca de Vilna, Bielorrusia. Cuando tenía 2 años, su familia escapó a Siberia por temor a las tropas alemanas invasoras. En 1920 la familia regresó a Vilna donde hizo sus estudios. Fue uno de los fundadores del grupo literario “Yung Vilne” junto con el novelista Jaim Grade y los poetas Shmerke Kaczerginsky y Leizer Wolf. Su primer libro de poemas se publicó en 1937 y su talento fue ampliamente reconocido, tanto por el público lector en idioma Yidish como por escritores de la talla de Joseph Roth. En 1940 publicó su segundo volumen de poemas titulado “Bosques” dedicado a la exaltación de la naturaleza. En junio de 1941 los nazis invadieron Vilna y cercaron a sus 60.000 judíos en un guetto. En 1943 Sutzkever logró escapar a los bosques donde se unió a los partisanos en la lucha contra los nazis. Fue rescatado por un avión soviético que lo condujo a Moscú donde vivió hasta el final de la guerra. Luego vivió brevemente en Lodz antes de trasladarse a París. Fue testigo en el proceso de Nürenberg en 1946 y en 1947 junto con Jaim Grade representó a la literatura Yidish en el Congreso Pen Internacional en Zürich. El mismo año, pocos meses antes de la creación de Israel emigró a la Palestina del Mandato británico, donde fue cálidamente recibido. En 1948 publicó dos volúmenes de poesía ( Yidische Gas y Sibir, “La calle judía” y “Siberia”) en lo que evocó sus experiencias de guerra y a partir de 1949 tuvo a su cargo la edición de la revista “Die goldene keit” (La cadena de oro) que se siguió publicando hasta 1995 y fue indudablemente la más importante publicación literaria en Yidish en el mundo entero. Su labor como editor no afectó su productividad poética y en 1963 cuando cumplió 50 años se publicó su obra completa hasta entonces en 2 volúmenes. En su obra posterior se destaca “Lieder fum togbuj” (Poemas de un diario 1974-1981) que influyó en el otorgamiento del Premio Israel, el galardón literario más importante en el estado judío, que le fue conferido en 1985. Sutzkever gozó de un temprano reconocimiento de parte de intelectuales y artistas. Su amigo, el pintor Marc Chagall, lo consideraba un clásico ya en los años treinta, y en la década del cuarenta algunos de sus poemas fueron traducidos al hebreo por los tres mayores poetas israelíes de los primeros años del Estado, Natan Alterman, Abraham Schlonsky y Lea Goldberg. En los Estados Unidos, fue traducido al inglés, entre otros por la reconocida novelista y ensayista Cynthia Ozick. En 2009 dos editoriales alemanas editaron sendos volúmenes con traducciones al alemán de sus poemas. Sin duda, con él se cierra el ciclo de una cultura de cuya grandeza el mundo llegó a tener una idea luego de que la obra de Itzjak Bashevitz Singer se popularizara gracias al Premio Nobel en 1978. Pero la muerte de Sutzkever es en cierto modo un llamado de alerta: en la gran poesía en Yidish en el siglo XX hay un gran tesoro literario a descubrir. (Egon Friedler).

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