enero 05, 2011

VIAJE por Daniel Najnsztejn


Llueve. Como hace mucho no sentía. Regresando a casa, cargado de esperanza, pero repleto de ausencias. Un tren. Cientos de historias. Una Torre de Babel. Por allá escucho hablar ruso, más acá español. Hebreo, por supuesto. Aquellos un idioma que no puedo descifrar. Rostros cansados. Hay quien duerme. Otros al teléfono. Hay quien estudia. Nadie sonríe. De repente alguien se para. Miradas hacia ella, ¿o es él? Pollera de cuero color crema muy corta, piernas largas, medias caladas negras, pintura al por mayor. Cambia de asiento, la tengo ahora frente a mí. Escucha música trance. Mirada ausente. Pienso. Imagino su vida. Trato que no se sienta observada. Tarde. Se dio cuenta que llamó mi atención. No sabe que estoy escribiendo sobre ella. Teléfono. – Llego a las nueve, dice. – No me extrañes. Trato de imaginar quien estaba al otro lado de la línea. Era una voz de hombre. Es obvio, me digo. Nadie viaja de Tel Aviv a Beer Sheva sin un buen motivo, y este parecía uno de ellos. Pienso que se aman. Cuerpo de hombre y mujer al mismo tiempo. Los dos sexos al unísono.  ¿Perversión? ¿Quién soy yo para juzgar? Me gusta saber que se aman y que esta noche será para ellos única, irrepetible. Y de repente siento que ansío esa noche para mí y los envidio y al mismo tiempo los odio, los odio por ser felices, los odio por amarse. Contradicción extrema. Amor y odio al mismo tiempo y en el mismo instante y en el mismo vagón de un tren que alberga historias, como la de Judith (un colgante decía tal cosa), como de aquel que a lo lejos veo que reza a un Dios que no comprendo, como de aquellos que limpiaban sin ganas el andén, como la de los cientos de gentes que vuelven o van, quien sabe. Lenguas extrañas que se mezclan. Historias como la mía, que trata de vivir otras historias queriendo olvidar la propia, escapando sin saber hacia qué lugar. Llueve. No falta mucho. Quisiera seguir viajando. Quisiera vivir las historias de los otros. Quisiera que este tren no arribe. Quisiera...

3 comentarios:

G.G.Y.G dijo...

Tu puedes, todo lo que quieras puedes. Pero no quieras vivir la historia de los desconocidos. Puede ser mucho màs dolora que la de uno mismo.Deja que el tren arribe y pon en òrden tus quisiera...

Gabriela Szuster (Gamyr) dijo...

El tren llegará a destino, inevitablemente. Porque la vida sigue, y no espera por nadie, aunque a veces tengamos ganas de parar.En esos momentos es imprescindible hacer una pausa, replantearse lo necesario y seguir adelante,buscando esa paz y esa felicidad que tanto anhelamos.

dany dijo...

Gracias por los comentarios. El tren no es mas que una metafora de la vida que avanza inexorablemente con todo tipo de historias en derredor. De ese tren a veces sentimos la necesidad de bajarnos, otra de quedar en ese viaje por la eternidad.