noviembre 05, 2010

CONSTRUIR CON EL CUERPO (Análisis de Alejandro Gil* del poema BRONCA de Daniel Najnsztejn)

El hecho de la escritura misma ya es positivo. Hay que escribir cuando se tiene algo que decir. Si no se tiene nada que decir, es mejor quedarse mudo. Hay un poema que dice eso, no sé de quién es, me lo enseñaron en tercer año de la secundaria y es lo único que recuerdo de la materia literatura. Yo en ese entonces no escribía, ni leía creo, solo vivía. Pero me imaginaba haciendo cosas creativas, quizá era la necesidad de expresar lo que sentía ante la imposibilidad de hacerlo a diario. Luego, un tanto más luego, supe que podía escribir. Más tarde supe que escribir no es decir lo que se siente, sino que es una construcción compleja en busca de la belleza y, si se quiere, de la verdad. Creo que esto está en Bronca.
Cuando hablo de una “construcción compleja” no hablo de complejidad, sino todo lo contrario. La escritura debe ser simple. Y ése es el gran desafío. Lo simple es lo más difícil de lograr, la claridad es difícil de conseguir. El poema esencial sería este: Te amo. Para qué escribir más? Pero no. Hay que escribir. Escribir sobre lo humano, sobre todo lo humano. Sobre todo. Escribir sobre el dolor, detestando al dolor. O a favor de él, cada cual siente lo que puede. A lo largo de la vida sentimos muchas cosas y es maravilloso transformar todo en poesía. Hasta el humor!
Escribir es un acto de generosidad. Es una necesidad. Y al ser necesidad es inevitable. Y aquí, en este punto, es egoísta. Pero, qué bueno que el egoísmo de alguien le sirva a otro! En qué le sirve? En sentir. Y guau! Qué logro! Despertar cosas, reafirmar cosas, decir: esto que dice este tipo yo siempre lo supe! Este cuento lo hubiera podido escribir yo!
En la literatura (buena) siempre hay cosas para descubrir, cosas que uno, como persona ordinaria, no ve. Y ante el ojo del escritor salta. Esa es la misión o lo que es inevitable. Pero ocurre que el escritor no se propone eso. Ésa es la fascinación de la palabra. Brota, brota y se constituye en un mar que tiene miles de lecturas. O en su plástica se absoluta, se hace absoluto.
Cuál es la mezcla de palabras que hace que una escritura sea buena? Nadie lo sabe, ni siquiera el que escribe: uno llega al final y se sorprende, o dice: esto no sirve. O a ese mismo texto lo dejás descansar y plum! Explota. Otras veces… más vale olvidarlo.
Verán que es compleja la escritura. Hay poemas que tiré al aire sin ninguna esperanza en ellos y la respuesta que recibí fue maravillosa. En ese despegarse de lo escrito he ganado mucho. Los otros se hicieron cargo de ese texto y vieron lo que yo no podía ver. Y eso ocurre en todos los escritos, es una norma. Los otros ven lo que pueden ver, y uno, el que escribe, también.
Bronca: el título
Una palabra fuerte. Uy! Si será fuerte! El cuerpo del poema podría nombrarla o no. Si opto por el no, el poema debería transmitir esa sensación. Qué combinaciones usaremos? No lo sé. Circunstancias que a mí y supuestamente al lector (que no existe) nos conduzca a sentir eso: bronca.

Po qué elegimos ese título? Si fue un acto previo a la escritura debiéramos haber sentido y respetado las sensaciones que nos hicieron definir ese título. Es decir: hacer en palabras un juego que se desprenda de él la bronca. Digo: sugerir, insinuar, conducir, hacer latir… bronca. O no! Todo en la escritura es subjetivo. Todo en la escritura es manejo de la palabra. Es poner el cuerpo. La palabra surge del cuerpo, se mueve con nosotros y se plasma. Nos invaden las palabras. Necesitan salir. Hacen plop! en el cerebro y las escribimos. Nos son extrañas a nosotros mismos, y, a la vez, son propias. Las metáforas no existen.

Síntesis
Hay un objetivo. Una sensación, un mensaje (si lo tomamos a la ligera), algo que decir. Es ése el concepto? No. Pero bueno, lo allanemos. En la síntesis está el contundente: el usar las menos palabras. Lo demás es ripio, suciedad. Adorno innecesario. Ruido! Concepto innecesario! Imaginemos: “puedo escribir los versos más tristes esta noche” y que siga… los más desolados, los que me hacen ver el cielo… como él lo vio. No! Neruda esquivó la explicación! El poema no explica, dice. O a veces explica pero apunta a otro lado, a descolocar.

Son ideas
Sí son ideas que surgen ante el pedido. Son pensamientos que quizá no hablen de ese poema. O sí! Agradezco este desafío. Y sigo. Nada es lineal.

Versos / fragmentación gráfica de la escritura
Los versos son pulsaciones, latidos, ritmos, arritmias, playa desierta frente al mar. Extienden o comprimen los brazos de la palabra. Imitan la voz. Dicen en su extensión o se fragmentan para dar sustento. Los versos son arbitrarios pero se rigen bajo la música. La música interna del poema. A veces un mismo verso es mejor si se lo fracciona. O al revés.
El verso, ese pedacito del poema, debe simpatizar con el conjunto del poema. Como notas sueltas, en la suma hacen sinfonía. Que quede en claro que no hablo de la rima. Hablo de música. La terrible música, la dulce música.

Verso a verso
Un verso, o conjunto de ellos, tienen sangre propia. Esa sangre es el hilo que nos hace recorrer el poema y termina en un charco o en la nada. El charco es el fin. Un fin amplio o cerrado que nos deja asintiendo o perplejos y uno, el lector, debe decidir hacia a donde partir o quedarse mirando cómo explotan sensaciones. O no nos dice nada y allí muere el poema. Cuando los versos no son claros se pierden en el poema y no forman el poema y el lector se va. Hay que tachar, agregar, correr comas, crear renglones vacíos. Tirar el papel. Borrar el archivo. (Aunque, confieso, rarísima vez corrijo un poema. Pero ése es otro tema. En realidad no escribo poemas, sino cuentos. Y, sobre todo, juego. Juego conmigo, no le temo al ridículo. Ni al exponerme. La escritura es desposeerse. Disculpen las autorreferencias. Percibo y digo.)
Hay un verso: “Me guía una roca blanca que algunos llaman luna”. Y el poeta, cómo la llama? El poeta da nombre a las cosas. Le da vida a lo establecido. Otra vida.
La luz de esa luna enceguece al poeta. Está bien. Y quizá a otras personas, no poetas, también le pase lo mismo. La luna tiene luz, no propia (dice la ciencia), y puede enceguecer. Pero al poeta esa luz lo “aturde”, y eso está muy bien. A nadie, solo al poeta (y eventualmente al lector), la luna lo aturde. Eso es hacerse cargo de la palabra. Es decir: Hey! Así me trata la luna! (En este poema, en este paréntesis del tiempo.)
Los fantasmas siempre son humanos. El poeta podría crear el fantasma de un dragón. Pero éste no es el caso. Aquí, allí, en el poema, son “Humanos con formas fantasmales”. Y si le sacamos “con formas”? Qué perdemos?
“Hilos de plata en lugar de sangre en sus abiertas venas”. De nuevo, suprimamos. Ya sabemos que en las venas corre la sangre, sí? Ya hicimos el tachón. Quedaría: “Hilos de plata en sus venas abiertas”. Ahora, de qué plata estamos hablando? Del noble material (menos noble que el oro)? O del dinero?
Aquí necesitamos un paréntesis. A mi entender, dado como prosiguen los versos, la plata está usado como algo negativo. Pero, en sensaciones, el uso de ese material sería positivo. La plata ilumina. Es brillante (pulida de por medio). Es un metal que enaltece. No es lo mismo tener una pulsera de piolín que una de plata. (Aunque prefiero la de piolín.)
“Sombras me acompañan sin habérselas pedido”. Digo: y si cambiamos “habérselas” por haberles? Si usamos “habérselas”, las sombras nos habrían ofrecido algo.
Sigamos.
“Y yo, como metal herrumbrado, diario de ayer, café frío”. Saquemos de cuajo: “y”. Dejemos el “yo” solo. Aunque el uso del yo es complicado.
Sigue el poema muy bien, con fuerza, se desagota, va hacia el fin, se decanta, nos arrastra: “aguardo tu llegada / pero tú no vienes”.
Paremos. Para mí no es claro quién es ese “tú” que no viene. Y quizá eso sea bueno. Habrá querido eso el poeta?
En el siguiente verso, anterior al final, el texto dice: “o quizás… sí pero”. Tachemos nuevamente y reordenemos: “o quizás sí, pero”, en realidad sacamos los puntos suspensivos, juntamos “o quizás” con el “sí” y pusimos una coma después del “sí” y liberamos al “pero” para que se conecte con el último verso, un renglón más abajo.
Ese verso, el último, dice: “LA BRONCA no me dejó verte”. Aquí nos podríamos remontar a lo que se dijo antes. Se debió usar la palabra bronca? Ésta es una de las discusiones que se puede abarcar. Pero hay otra pregunta: para qué se puso gráficamente en mayúsculas “la bronca”? Aportará algo este grafismo?

En síntesis
La literatura tiene un subjetivismo tremendo. Pero hay escrituras (término que prefiero) que se construyen con el cuerpo y éstas son las que valen. Los que escriben desde ninguna parte no llegan a ninguna parte: -A los chori, a los chori!
Escribir es gratis, pero pongamos el cuerpo. Y poner el cuerpo es jugarse, arriesgarse, no querer y buscar gustar fácilmente, sino entregarse por entero y eso en la escritura se nota y cuando eso no está la escritura cae y el poema no es.
Esa es la senda y Daniel lo sabe.

*Alejandro Gil, Poeta y escritor argentino, nació en la ciudad de Salta en 1964 y se crió en Tucumán. Actualmente vive en EEUU. Publicó siete libros y miles de volantes poesía. La mayoría de su obra permanece inédita. Adaptó para el teatro a uno de sus libros. 
http://alejandrogilpoet.blogspot.com/

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